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Una cultura golpista y el apogeo de los narcos.

El apogeo que vive la narcopolítica en Paraguay tiene su orígen en un problema cultural. Lo "sufren", primero, los ricos. Es la incapacidad de éstos de encarar procesos de acumulación de capital siguiendo los lineamientos capitalistas vigentes o estandarizados en el mundo globalizado. Esta determinación material repercute en otros procesos de la vida cotidiana de todas las personas, que no vienen al caso precisar, excepto lo concerniente a este ensayo.

Da lo mismo ser narcotraficante, traficante de órganos, hacer trata de personas, o estafar al el estado. El ideal es otro, es el éxito, entendido como suceso, palabra que indica que lo que ocurre o se desencadena posee una cierta trascendencia. Hablando mal y pronto, es el comúnmente llamado golpe, en la jerga paraguaya. El capitalismo es, de hecho, golpista, aunque los lineamientos de acumulación mencionados anteriormente tienden a proteger la ilusión de Estado de bienestar, de muy difícil adherencia en el inconsciente colectivo nacional a raíz de la absoluta displiscencia política de quienes ostentan el poder, desde la era stronista. El golpe, en la mentalidad de los ricos, es apenas una ayuda para obtener cierto estilo de vida. Sería ingenuo descartar de plano que todas las empresas nacionales con capital activo de más de 100 mil dólares recurrieron alguna vez a una o varias de las prácticas delictivas anteriormente señaladas. La más fácil y rápida en Paraguay sería el narcotráfico, dado que aquí el Estado es un organismo de control relativo, no controla a los ricos, y si los controla, aplica una sanción relativa que va desde la coima hasta la negociación porcentual del producto controlado. La empresa privada es una instancia ideal para encubrir delitos, excepto que la actividad de la empresa en nuestro país debiera ser reconocida, pues de no ser así, el empresario podría tener fama de narco antes que de empresario. Si la empresa protege su imagen meritocrática, el gremio empresarial estaría obligado a proteger la reputación del empresario, pues una denuncia pública podría obligar a un tortuoso replanteamiento del esquema de acumulación criolla. Por otro lado, ya son pocos quienes aspiran a ser el hombre fuerte de la droga. El poderoso gremio empresarial observa a todo empresario emergente y conoce la limpieza o no de sus movimientos. Es por eso que, para sortear los filtros de una claque empresarial oligárquica, los narcos se dieron de lleno a la política, y los caudillos políticos les han dado la bienvenida.

El gremio empresarial, en disputa con los caudillos desde hace décadas, aún no ha podido dominar el espectro político, y los caudillos han creído encontrar la horma de su zapato en el espectro narco.


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